domingo, 22 de marzo de 2015

La cabina de señalarse

Domingo, 9:30 de la mañana.
Mi padre es madrugador, y nada más desayunar después de salir a pasear con las claras del día, me invita a que lo acompañe a votar. Las cosas importantes, sentencia, hay que hacerlas lo más temprano posible.

Cuando nos disponemos a salir, Carmen, una vecina, se acerca a nosotros y nos pregunta si vamos ya a votar. Tras nuestra afirmación, nos pide que por favor le traigamos un par de papeletas con sobres.
- Allí puedes coger tú misma cualquier papeleta, Carmen. No hace falta que te las traiga. Además, hay cabinas para poder asegurar el anonimato del voto.

- ¿A la cabina? Ni loca.

- ¿Por?

- Yo siempre he llevado el voto desde mi casa, a mi marido y a mi "nos lo preparaban" la gente del partido, nos lo traían a casa, y listo. Siempre he votado a los mismos, pero ya es hora de cambiar. Me niego a seguir votándolos.

- ¿Pero qué tiene de malo ir a votar sin la papeleta y recogerla allí mismo? En la cabina debe haber, por ley, papeletas de todos los partidos. Nadie sabrá qué has votado.

- ¿A la cabina? Ni loca. Entrar allí a recoger el voto es estar reconociendo que no vas a votar a ninguno de los dos partidos, que nadie te ha "preparado" el voto, o si te lo ha preparado, no vas a hacer uso de él.

- ¿Y qué de malo hay en esto?

- Señalarte. Si lo haces, estás señalada. Puede parecer una tontería, pero después hay que vivir en el pueblo. Y siempre está el temor de nuestra paga, de optar a ciertos trabajos temporales que se ofertan, a cursos de formación remunerados... Y la gente sabrá que era de las que no llevaba el voto "preparado".

- En fin, Carmen, me parece una barbaridad lo que dices, pero te traeré una papeleta de cada partido, para que puedes elegir la que quieras. De todos modos, piensa que también hay interventores y apoderados de cada partido, para garantizar el buen funcionamiento de las mesas. 

- Eso debería ser. Aquí solo hay apoderados de dos partidos políticos. A veces de tres. Pero del resto, nadie. 


- Como quieras Carmen.

- Gracias vecino. Bueno tráete alguna más, que mi marido dice que tampoco entra a la cabina, que no se quiere señalar.




De camino al colegio no paro de darle vueltas al asunto. Esto que cuento, que puede parecer una ficción en pleno 2015, pasa en algunos pueblos de Andalucía. 


Llegamos a la mesa electoral, y mientras dejo que mi padre entre a la cabina y "señalarse" (el no trae el voto preparado), observo que el clima en las diferentes mesas está enrarecido, con un tono de desconfianza y temor que no me gusta nada. Mientras, me fijo en las pocas personas (debe ser temprano todavía) que están accediendo a votar. Efectivamente, de las tres parejas que entran, dos traen los votos "puestos de casa".

Desconozco si es más común de lo habitual en alguna zonas rurales de nuestra Comunidad, pero tengo la certeza de que el voto rural, clientelar, cautivo y corrupto, en mayor o menor medida, sigue existiendo.

Hubo, quien hace ya algunos años, se encargó de crear este red caciquil de intercambio de "favores" que hoy sigue estando presente en muchos  pueblos.


¿Será posible que sigamos así? ¿Cuándo acabaremos con este lastre?




NOTA: Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia... o no.